Crónica de un fracaso
(o de una decisión acertada)
Gonzalo Naya
He fracasado. Es lo primero que pensé al sentarme en el autobús, minutos después de retirarme de
Me sentía absurdo porque no me había retirado el frío ni la lluvia. Ni los 3 grados en la cima del Somport, ni los más de
Al empezar el Portalet ya noté las primeras molestias. Delante y sobre todo en la parte posterior de la rodilla. Mal asunto. Traté de ir suelto de desarrollo, para no forzar. Le dije a Nicolás que hiciera marcha. Era una lástima después de
Porque disfrutar se disfruta. A pesar de todo. Desde el inicio, en el viaje, esta vez sabiendo lo que te espera. Y viendo la ilusión de Nicolás y de Paco en su primera vez. También las dudas de Enrique y el Colombaire, y el buen ánimo de Toni y el Pitu. Casi todos ellos compañeros de
Se disfruta en las conversaciones previas. De los recuerdos y de los temores de cada uno. Del miedo a lo que pueda venir. Del tiempo. Tantas previsiones y tan poco acierto. Ninguno pensó que nos esperaba un día de perros como ese.
Y eso que empezó relativamente bien. En Sabiñánigo, sol. Frío, pero sol. Suficiente para empezar a rodar y entrar en calor. Allí saludé a mi amigo Rafa Mora, instalado, como nosotros, detrás de la curva de la salida. Separados por unos metros y por miles de ciclistas. Pero unidos por la bicicleta. Así salimos, protegidos por el grupo. Y por los manguitos y el paravientos.
Camino de Somport las primeras gotas de unas nubes cada vez más cerca. Y cada vez más negras. Atravesando Villanúa la lluvia empezó a ser constante. Un aviso de lo que venía. Hay quien lo leyó y se dio la vuelta. Hasta 1.500. Paco, Enrique y el Pitu entre ellos. Por momentos creí que se suspendía la marcha.
Como nadie decía lo contrario, para arriba. Hasta el avituallamiento en Candanchú. Ya mojados. Casi sin comer y a seguir. Para no coger frío, decíamos, ignorantes de lo que nos venía. Los 3 grados en la cima de Somport. Y una bajada imposible. Por la humedad, por la niebla, por el frío, por la lluvia y por las zapatas casi inservibles. Por el temblor de piernas. Por el dolor de muñecas y el dolor de dedos al frenar de forma inútil.
Daba impresión ver a
Valía la pena seguir dando pedales deseando que llegara la subida. Deseando incluso que llegara el Marie Blanque!. Sin ir a rueda del todo para no hacerlo más incómodo. Limpiando las gafas cada 2 minutos y quitando los charquitos de agua en el cuentakilómetros. Incluso dando sorbos de la braga empapada sobre el cuello.
Al final te acostumbras. Y ya no te molesta el agua. Ni el frío. Ni la sensación de estar mojado de arriba abajo. Con este tiempo en Valencia ni nos lo hubiéramos planteado. Pie a tierra y a esperar otro día. Pero aquí no había otra oportunidad. Había que seguir. Y por momentos te sientes protagonista. Te sientes participe de algo grade. De algo que podrás contar muchos años y a mucha gente.
Por eso me dio más rabia tener que bajarme. Porque me sentía bien y con fuerzas incluso de hacer un tiempo parecido al del año anterior. A pesar de la lluvia. Por eso lloré sentado en el autobús. Me sentía impotente. Podía con todo. Menos con mi rodilla. “Sobrecarga en el tendón” me dijo el de
Quizás podría haber subido lo que me quedaba del Portalet. Pero nunca
Poco a poco la razón entró en calor y dejó atrás a las sensaciones. Me iba convenciendo de que era lo mejor. Desde la cristalera mojada miraba el paisaje, el Portalet interminable y el goteo de valientes. Y me emocioné al ver a esas tres voluntarias aplaudiéndonos. A los fracasados del autobús. Gracias por hacerme sentir mejor.
Ahora sé que hice bien en bajarme. Que en este 2010 no se acaba
1 comentario:
Yo también¡
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